Lo chungo de toda esta
historia que estoy relantando hoy por partes, con el único ánimo de
dar fe carenada, fue cuando me enteré de que Alma había muerto y no
se lo habían dicho a sus amigas más cercanas , a sus últimas
amigas en el camino de su vida. Parece ser que para que sus amigas
no sufrieran camuflaron su muerte con esta proposición:
- Al salir del hospital se ha ido con su hijo.
Parece ser que es lo
frecuente. La muerte es casi innombrable en este lugar de espera, en
esta estación hacia el tránsito final. La amiga lúcida de Alma se
quedó con la noticia de que su amiga se había ido con su hijo, y ya
está. Fue un embuste final justificado. Un “hasta siempre amiga”
engañoso. Esta situación, parece ser que bastante generalizada, me
lleva a unas palabras finales que están más allá de Alma y sus
demonios, unas letras que tienen que ver con el sistema social en que vivimos.
Hay que reconocer que es
tentador no hablar de la muerte en lugares en que puede ser la
próxima estación del camino, alternada con el hospital.
Fuera parte de este tabú
instaurado , por múltiples razones más o menos éticas, hay que
decir que impide el concepto de una despedida digna. Es decir, dado
que Alma era una mujer cualquiera, una mujer sin reconocimiento
social, su final termina siendo ignorado entre personas que la
quieren, como sus amigas. Pese a como era Alma , básicamente por sus
enfermedades, no se realizó ni una oración en la capilla, ni una
misa por su alma. No hubo una despedida religiosa ni emocional.
Está claro que una
residencia no es como una nave, donde se despiden con un ritual a los
difuntos. Tampoco es una iglesia, donde se reza por las almas de los
que se marcharon y sus familias.
Curiosamente, si se muere
una persona reconocida socialmente por el éxito, o por la posición,
se entera hasta el papa. La mayoría de los seres humanos pasamos
desapercibidos por el camino de la vida. Esta sociedad del éxito,
sinceramente, es una engañifa.
Alma se merecía una
despedida mejor, siquiera teniendo en cuenta a las personas que la
querían y buscaban. La muerte en las residencias de ancianos se
gestiona regular. Existen muchos rituales de muerte, solo habría que
haber buscado uno válido. Está claro que la residencia puede ser la
última estación, pero nunca será el tren. El tren te lleva hacia
el otro mundo, hacia otro lugar desconocido. Creo que Dios , del que
todos formamos parte, es misericordioso. Por eso pido por Alma.
Descansen en paz, Alma, y su alma.
"Está claro que una residencia no es como una nave"
ResponderEliminarNo, ni como un plátano