Creo que he comentado en
el histórico de esta bitácora que además de escribir aquí, en
este entorno repelente y necesario, escribo novelas o relatos más o
menos largos en el espacio-tiempo de los sujetos y objetos. Estos
proyectos literarios, entre los que ya terminé uno hace unos años,
van surgiendo cuando el tiempo libre y las circunstancias me lo
permiten.
No poseo tanta libertad
como pensaba desde el momento en que gran parte de mi tiempo lo he
dedicado, y dedico, a trabajar para ganar algo de dinero y poder
pagar facturas de necesidades y vicios. Es curioso el poder de este
objeto imprescindible que , muchas veces, nos vuelve locos. Es
curioso el poder del dinero sobre nuestras mentes y sobre nuestros
actos. Alucino. Flipo ante tanto absurdo real o imaginario.
En fin, voy al grano. Tengo que reconocer que como autor indignado
no dejo de sorprenderme ante ciertas formas éticas de ganar cuartos
que no se me habían ocurrido. Mi ultima sorpresa ha sido cuando fui
a comprar quesos artesanales de oveja a una tiendecita que hay aquí
cerca del lugar de donde , para lo bueno y para lo malo, vivo en
estos momentos. Dos o tres veces al año le compro quesos para llevar
a mis familiares y, antes de la compra, me acerco a pedirle precio y
plazo de entrega. Total, que eso hice hace algo más de una semana.
Cuando llegué a la
tienda tenía tres personas , cosa que me sorpendió. Una pareja que
estaba esperando y un charlatán que poco tardé en descubrir, pues
le acababa de vender dos libros, antes que uno, a la amable
dependienta. Utilizando su cualidad como autor y mucho verbo lleno de
argumentario comercial, le acababa de colocar dos libros suyos. Intenté
hablar con él, ante mi sorpresa, diciéndole que también era autor,
pero le dio completamente igual, pasó de mi. Había terminado una
operación y estaba plantando , incluso planteando, la siguiente venta:
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