Ahora le toca el turno a
Indala, la encantadora y servicial Indala. Se trata de una mujer
recién jubilada que según los rumores reinantes está en la
residencia para alejarse de cuestiones de droga y su mulas toas.
Vivió mucho tiempo en un precioso pueblo de Almería , muy turístico,
donde compartía su vida con su pareja de origen inglés, según
cuenta ella misma. Vivió muy feliz hasta que su compañero de
camino murió de cáncer, el cruel cáncer. Desde entonces poco tardó
en solicitar una residencia, ignoro si por privado o subvencionada
pues puede que sea una jubilada reciente. Quizás tenga sesenta y
cinco años o algunos más, mañana se lo preguntaré.
Está un poco teniente,
algo más que yo y mis egos o defectos, y hay que gritarle para que
te entienda un poco. Ayuda con frecuencia a los compañeros
llevándolos a un sitio u otro, al servicio, al comedor, a su
habitación, a los churros, a pasear cuando hace buen tiempo. Con
mucha frecuencia pasea por el interior y el exterior de la residencia
muy reflexiva, fumando fuera, pensando dentro, con su paquete de
cigarros, pidiendo cigarrillos a los fumadores, jugando con su
lápiz , abrazando sus libretos de sopas de letras. Le encanta resolver las sopas y leer. Cuando está sentada
puedes verla leyendo, o resolviendo las susodichas. No suele
contemplar el paisaje y el paisanaje de las zonas comunes. El
movimiento de todas las personas que circulan yendo y viniendo,e incluso a veces gritando, constituye para ella un simple ruido de
fondo. “Ná”. Ella está mucho en su mundo.
Cuando se acerca a ti ,
después de saludarte, te suele pedir un cigarrillo mientras expresa
una leve y tenue sonrisa que avellana sus ojos. Si le dices no, suele
alejarse sonriendo aunque puntualmente puede contarte alguna de sus
historias vitales.
La escena más bonita que
contemplé fue una mañana de otoño, de esas preciosas, cuando uno
de los coordinadores le trajo una caja con cosas que había recibido
por correo. La abrió con gran ilusión cerca de su compañeros
diciendo que se la había enviado una gran amiga. Una amiga a la que
quería mucho. Cerca de la entrada, que he llamado invernadero en
alguna ocasión, contemplé como exploraba el interior de la caja de
cartón. Libros en ingles y español, sopas de letras, crucigramas, y
múltiples paquetes de cigarros.
Indala acompaña a toda
su condición interior un peso corporal de unos cuarenta kilos. Está
delgada , tan delgada que un viento podría arrastrarla a donde él
quisiera, tal como ha hecho el viento de la vida y sus
circunstancias. Fue el viento quien la trajo a la Mancha.
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