Creo que fue ayer por la
mañana cuando desayunando un vecino apreciado me expresó una
afirmación que, aunque me pese y parezca fuera de contexto, es
bastante cierta. Tras analizar mis reflexiones sobre la vida propia ,
mi vida, y la ajena, en el espacio tiempo de los acontecimientos
homínidos, tengo que reconocer que me encanta quejarme. Es
verdad. Soy, de facto, un quejica. Y, curiosamente, no es una verdad
que me ofenda, o cosa parecida.
¿Cual es la razón de
mis quejidos perpetuos (o quejíos)? ¿Por qué tengo tan mal hábito?
¿A qué concho se debe mi actitud perpetua?
La verdad , aunque
parezca lo contrario, es que dado que me gusta un poco el mundo que
vivo a nivel local , y dado que mi máximo deseo sería que todos los
demás homínidos tuviesen, como mínimo, los recursos alimenticios y
de techo que tengo a mi disposición, me gustaría muchísimo que los
próximos, y otros homínidos no tan próximos, tuviesen las mismas
oportunidades, o más, que tengo y que he tenido. Es decir, no me
gusta un pelo que haya pobres ni injusticias sociales,
independientemente de que los pobres parezcan merecerse su situación.
La actitud de los pobres y desgraciados, incluso de los desahuciados,
no puede justificar una actitud pasiva del sistema socio-económico
que tenemos montado, ni de los demás homínidos, que suelo llamar
bichos.
El voluntariado en mi
adolescencia, que satisfacía mi necesidad aparente de actuar sin
interés por mí o por lo mío, me sentó muy bien. Era bastante
reacio al tema de que todo tuviese un precio, aunque ahora sepa que
casi todo lo tiene. Tengo que reconocer que no era , ni soy, un santo
pero me molestaba la idea del hambre y las guerras a finales del
siglo veinte...Y el hambre y las guerras continúan. ¡Por eso me
quejo!
En el fondo soy un
frustrado. Me siento muy frustrado antes y después de que el
problema de los homínidos, y/o bichos, sea interior y/o exterior, o
sea del Karma. Deseo profundamente que podamos estar más allá del
Karma o, porqué no, del Darma de cada ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario