La sonda Ulises había
llegado a su destino. Europa iba a ser explorada, por primera vez,
desde cerca, desde muy cerca, desde su superficie y más profundo.
Ulises había aterrizado sobre una estructura fina de hielo para
intentar inyectar desde su posición la sonda Elisa, que exploraría
por sí sola el océano subterráneo de Europa. El aeuropeizaje había
sido perfecto y solo quedaban las siguientes fases de la misión,
casi todas relacionadas con los objetivos de Elisa, que utilizaría
sus radio-isotopos superficiales , y cierto vacío local, para ir
derritiendo poco a poco el hielo , desalojarlo en forma de vapor, e
ir hundiéndose en él hasta llegar al agua líquida.
La profundidad del hielo
,lógicamente y entre otros factores, determinaría el tiempo que
tardaría la sonda en llegar a la siguiente fase. Durante el descenso
de Elisa, Ulises analizaría el vapor de agua que originase la sonda
al principio del descenso, se mantendría en contacto con ella,
registraría sus alrededores con sensores de todo tipo, y enlazaría
con el orbitador Júpiter8, el encargado de transmitir todos los
datos cosechados a Base Tierra.
Tras el repaso de la
situación en Tierra, al respecto de la fase uno, o aeuropeizaje,
poco tardó Base Tierra en dar instrucciones a Ulises para iniciar la
fase dos: el descenso de Elisa. En pocas horas Elisa ya estaba
sumergida bajo un metro de hielo y bajando. Aunque Elisa convertía
en vapor el hielo inferior del pozo, de su pozo, poco tardaba en
volverse a formar hielo por encima de ella como consecuencia de la solidificación del vapor enfriado ante el frío del espacio y su vacío, pues la atmósfera de Europa es mínima. Pese a esta situación calculada y conocida, Elisa podía
seguir bajando y, hasta cierta profundidad máxima, mantener el
contacto con Ulises para transferirle datos.
Según las estimaciones
el hielo en esa zona tenía una profundidad de veinte metros y
después, si no había sorpresas, estaba el océano subterráneo con
más agua que la que tenemos en nuestro planeta. Bien es sabido que nuestro planeta está algo seco en comparación con la cantidad de agua que poseen muchas lunas de nuestro sistema estelar.
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