Comencé
a cerrar los portones y el sapo siguió yendo hacia fuera, hacia la
calle.
-
Tengo que irme -le dije. Son las nueve de la noche y quiero tomarme
una cerveza.
Lentamente,
para no aplastar al anfibio, fui cerrando la puerta y él fue yendo a
la acera, a la calle, donde se quedó buscando el refugio de la
esquina que hacen el portón con la pared que lo sujeta. El sapo se
quedó en el rincón. Me fui y lo dejé arrinconado y contemplando la
luz de una farola amarilla cercana y fluctuante. En la otra parte del
portón cerrado quedó la luz de la luna alumbrando el corralazo. Ya
había llegado la noche.
Me
tomé la cerveza algo preocupado durante los primeros sorbos y fui a
casa a ducharme y descansar. Solo cuando hablé con mi compañera de
camino, a la que quiero un montón, fue cuando me di cuenta de mi
error.
-¿Qué
has dejado al sapo fuera? Pero si esa es su casa . Nació ahí.
Podrías haberlo metido con una escoba.
-¿Con
una escoba? ¿Y no le haré daño? ¿Parece tan frágil?
-Ya.
No lo has cogido con la mano porque te da miedo.
-Si. Es verdad. ¿La escoba funcionará?
-
Pues claro. Pobrecito el sapo. Al final lo va a atropellar un coche. Ya veras.
-
Bueno. Espera. Aún hay solución. Se quedó en el rincón de una de
las puertas. Seguro que todavía sigue ahí. Voy para allá . Son las
once de la noche. Solo han pasado dos horas. Te cuento después por
mensajería instantánea ( osea ,por wasapp).
Retomé
el rumbo al corralazo para intentar salvar al sapo y cuando llegue al
portón, tras unos siete minutos caminando, ahí estaba el sapo. Se
encontraba en el mismo rincón , un poco más girado que cuando me
fui, estaba mirándome a mi y a la farola fluctuante. Entré en el
corralazo por una puerta pequeña de acceso peatonal , tomé la
escoba más cercana, y abrí los portones otra vez. El sapo quedó en
el mismo lugar y fue entonces cuando comencé a usar la escoba y,
curiosamente, funcionó. Poco a poco, según le daba con suavidad en
el lomo, fue moviéndose hacia adentro hasta superar la hoja del
portón y quedarse dentro del corral , iluminado por la luna
llena.
Fue
entonces cuando ,mientras el sapo buscaba un nuevo refugio en la
profundidad del corral que es su hogar , escuche una voz que me
dijo en la distancia:
-
Gracias , me llamo Gus.
Y ,
tras dichas palabras, quedó un silencio iluminado por la luna llena
de un octubre extraño.
Mientras
cerraba las puertas observe el deambular del sapo con pasos torcidos
hacia un conjunto de piedras viejas. Envié el mensaje positivo , e
instantáneo, a mi compañera , y me fui a dormir más tranquilo en mi
conciencia, si es que tengo alguna.
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