Últimamente
estoy haciendo muchos kilómetros con el vehículo y no deja de
sorprenderme la falta de respeto hacia las limitaciones de velocidad
en cruces y travesías. Alucinaba, y alucino. Doy gracias de que no
ocurran más accidentes. Y, sinceramente, es posible que los ángeles
de la guarda existan.
Ante
las infracciones no soy amigo de las multas, ya he sido multado en
alguna ocasión y pesan mucho cuando la economía de uno es ajustada, como es mi caso y el de muchos españoles.
Me gustaría más bien que antes que el miedo a la multa, cuando
existe, se antepusiese el cambio de actitud, pero parece un imposible
homínido, una falacia animal.
Estas
navidades, viniendo detrás de un camión, pasamos varios cruces y
el camionero, cuando la limitación ante un cruce era de sesenta
kilómetros/hora -por ejemplo-, mantuvo la velocidad de su vehículo
en ochenta. A lo largo de bastantes kilómetros , durante los que
seguí una estela que perdía en los cruces cuando él no aminoraba,
mantuvo su velocidad constante. Le importaban un rábano las
limitaciones de velocidad en los cruces, con los peligrosos que son.
Flipé y, recordando esa aventura, aún flipo. Respecto al resto de
vehículos, mejor no escribir. Por sistema se saltan a piola esas
limitaciones de velocidad, y en alguna ocasión alguno me ha
adelantado en pleno cruce y con linea continua. Estas situaciones
hacen que mi orgullo se hunda en la miseria, o me sienta estúpido. Hacen que entienda que el mundo de la circulación es una selva de bichos
peligrosos.
En
cuanto a las travesías, donde muchas veces la velocidad está
limitada a cincuenta , e incluso a cuarenta kilómetros por hora, me
han adelantado sin pudor.
En
base a todo esto, también me ha dado por pensar que puede que el problema esté en
mi cuentakilómetros, que marca una velocidad equívoca. Tendré que
revisarlo en breve, no vaya a ser que los otros conductores estén cumpliendo las normas de velocidad , y yo no me haya dado cuenta.