El
caso dos de inmundicias es un poco más antiguo que el caso uno. Este
evento se debió a otra delegación de tareas. Para preservar
intimidades, y evitar ofensas, no voy a especificar la teórica
víctima de esta estafa o, quizás, desavenencia. Estafa o
desavenencia porqué depende del punto de vista que se tenga sobre el
gestor que gestiona y qué ,durante el proceso, se produjesen cambios de opinión que hicieron que todo siguiese igual salvo la
cartera de mi amigo.
Este
apreciado amigo, según entiendo aunque yo pueda estar equivocado,
contactó con un intermediario para que le buscase un inmueble nuevo
al que mudarse como inquilino. El intermediario localizó un piso apañado y a modo
de señal le pidió quinientos euros a cuenta. Mi amigo pagó y el
asunto ya estaba pendiente de la firma del contrato de alquiler.
Todos estaban felices.
En
poco tiempo, sobreentendiendo que no se trataba de milisegundos, mi
querido amigo se arrepintió o paró su iniciativa. Sopesó pros y
contras y decidió, junto a su amada compañera, quedarse como estaba
y, evidentemente, donde estaba. Cual sería su sorpresa que cuando
decidió reclamar su dinero, el intermediario estaba más perdido que
el barco del arroz .No respondía a sus llamadas. Le resultó
imposible recuperar sus cuartos. Dada la coyuntura buscó
alternativas legales y, a pesar de sus pesares, lo más barato en
tiempo y dinero era quedarse como estaba. Decidido, y dolido, siguió
el camino en la vida y, aparentemente, olvidó el asunto.
Esta
experiencia es algo antigua, pero no más antigua que la que sigue, o
caso tres. Además, fuera parte de sus parcialidad inevitable, puede
contener algunos errores concretos pero no me apetece decirle a mi
amigo que me refresque la memoria; no vaya a ser que me llame fresco.
Este
tipo de situaciones , o picardías, deberían poder ser legisladas
para que el pícaro no continuase sus fechorías. Puro conductismo de
Paulov. El sistema vigente refuerza positivamente los actos de los
sinvergüenzas. No debería ser así, aunque lo sea.