Bueno. Dicen que lo
prometido es deuda, así pues comienzo por el primer pecado capital
que, curiosamente, es uno de los más incómodos para mí. Espero no
comenzar la casa por el tejado.
Evidentemente,
dada las múltiples visiones sobre la lujuria muchas veces
enfrentadas, es menester que aquellas personas sensibles que pasen
por aquí no continúen leyendo este documento de hoy. Lo comento
para no herir sensibilidades. Gracias.
Me resulta curioso que en
pleno siglo XXI tenga que tener cuidado, y mesura, al escribir sobre
este tema. Es, sinceramente, una pena. Sobre todo cuando solo
pretendo transparencia y franqueza con un toque razonable de
educación no reprimida.
Antes de ver la lujuria
en mi y en los demás, quiero definir que la idea de lujuria no es
igual para la mayoría de los hombres o mujeres. La percepción
pública de este “pecado” no es igual entre hombres, ni entre
hombres y mujeres, ni entre mujeres juntas. No puedo decir nada sobre
los homosexuales pues no he conocido su estado de lujuria, siquiera
de forma posterior a su guasa. Trabajé con homosexuales en la fresa,
y siempre estaban de guasa. No pasé, por falta de interés, de esa
relación de compañero. Eso sí, las peonadas con ellos eran más
llevaderas.
En términos generales,
siempre desde mi visión inevitablemente sesgada, y dado que la
lujuria es un “apetito desordenado de los deleites carnales” (RAE
1992), entramos , inevitablemente, en la ambigüedad. Me lo veía
venir. En base a mis observaciones diversas en diversos homínidos,
para unas personas entrar en la lujuria es una cosa sencilla que
puede atraparte con una simple mirada, con un pensamiento, o con una
secuencia de ellos que solo quedan dentro de la mente, y que hay que
controlar para que no dominen el presente. Para otras personas la
lujuria está emparentada con visitar prostíbulos, con ser infiel a
la pareja, o con consumir pornografía gratuita o de pago. También
hay visiones intermedias entre estos extremos. Poco más puedo decir
en términos generales. Si quiero añadir que el mundo del deseo
sexual y el de la lujuria están muy próximos en muchos enfoques
ideológicos que solo desplazan la zona intermedia hacia un lugar , o
hacia el otro. Es como un tira y afloja, según con quien hables. El
equilibrio , si se escuchan todas las partes, es difícil. Siento
expresar que la lujuria como apetito desordenado está emparentada
con la propia moralidad parametrizada alrededor los apetitos eróticos
y sexuales del sujeto.
Imagen bajada desde Internet. Gracias a su autor o autora.
A nivel particular, tal
como había prometido en la estructura de cada una de estas
reflexiones absurdas y carenadas, la cosa se complica mucho. Según
mi propio enfoque el erotismo de la ropa ajustada que realza las
formas de una mujer, por ejemplo, es erotismo y forma, antes que
lujuria. La lujuria llegaría si hubiese un desorden personal ante
ese estímulo y belleza natural. Para mí observar una mujer guapa no
es lujuria, y hacerlo delante de otras mujeres es de poca educación.
En mi concepción de las
cosas la lujuria es desorden y como todo desorden, en oposición a
cualquier orden, es complejo de definir. Desgraciadamente pienso así.
Me remito a la paradoja de los fractales e, incluso, al origen y
existencia de la vida que, aparentemente, va en contra de algunos
conceptos termodinámicos. ¿Orden en el caos?
Imagen bajada desde Internet. Gracias a su autor o autora.
Donde comienza el
desorden lujurioso: ¿En los actos? ¿En los pensamientos? ¿En la
imaginación? ¿En la suciedad? ¿En no hacerse las preguntas
adecuadas? ¿En respuestas establecidas por otros?
Es evidente , para mí,
que mi concepto de lujuria tiene que ver mucho con mis referentes
éticos, estéticos, morales y aprendidos en el tiempo de las
personas. Para mí, mi lujuria nace de saltarme esos referentes
de alguna forma o manera animal. Y ocasionalmente surge, sin saberlo,
desde un sentimiento de culpa surgido tras un juicio externo. Es lo
que puedo decir en estos momentos de mi extraña vida carenada.
"Trabajé con homosexuales en la fresa"
ResponderEliminarDada la cadencia y potencia de tiro de tu retaguardia, podías permitirte agacharte a recoger fresas sin arriesgar tu integridad bujeril.
Sobre todo dado el descenso poblacional de gays que acaeció debido a la explosión de un tractor con motor de agua.
Eliminar"Para mí observar una mujer guapa no es lujuria"
ResponderEliminarCuando lo haces con los pantalones bajados agarrándote la cebolleta como una espada láser, si.