Es el momento de la ira.
Mi amigo el nórdico me ha hablado mucho, durante los últimos años,
de la ira de los pacíficos, o así creo recordarlo en mi insensatez
entre insensatos -lo siento por los que se consideren ofendidos- .
Contener la ira, o controlarla siendo pacífico, es tremendamente
complicado. Es muy difícil. Siempre será posible que haya alguien que pierda el
control. Eso habría que evitarlo con los medios disponibles. Dicho esto, comienzo con mi percepción de la ira a nivel
general o global.
Detrás de cada acto
violento, que abunda en los medios, hay ira. Es un pecado capital que
está a la orden del día y que se fomenta en muchas películas,
quizás demasiadas. Justifica actos de forma aberrante y absurda. . A
nivel de barrio y vida cotidiana solo he observado ira en alguna
pelea de tráfico, o entre borrachos en un bar. Mis vecinos no pasan
de la indignación cuando están enfadados pero, gracias a Dios, no
pasan de ahí. La indignación, de la que hablaré a nivel
particular, es el límite máximo pre-ira que puedo admitir. La ira
aparece cuando se llega a la violencia de una u otra manera. La ira
es pesadilla, venganza, e infierno. No compensa. Comparar la ira
entre homínidos con las agresiones entre animales , por el
territorio, por la comida, por el liderazgo, o por la pareja de cópula, no ha lugar.
En este asunto de la ira no podemos compararnos con los animales
pues, añadiendo la tecnología disponible con sus herramientas,
somos mucho más tóxicos y macabros que los otros animales que
manejan menos su entorno, que aparentemente son menos conscientes.
La ira ajena posee mucho
morbo. Un morbo comparable al que sentían aquellos que en el circo
romano observaban luchas de gladiadores, matanzas de cristianos, etc.
-aprovechando la influencia gladiator- . Este morbo es una pena. En
definitiva, y más allá de los sitios europeos que he visitado en paz, la
ira perenne, prima hermana de la guerra, está instalada en
demasiados lugares del mundo. Para más inri permite que algunas
empresas ganen dinero con la guerra. Flipo ante este absurdo
antropomorfo. Es de psicópatas.
Particularmente
escribiendo la ira me llama muchas veces, sobre todo cuando mi
voluntad se frustra de forma directa o indirecta, y la modulo hacia
la indignación, hacia el arte, o hacia la meditación para que no haga estragos en
mi mundo ético y reivindicativo. Y entiéndase por “mi voluntad”
a aquello que deseo, anhelo, e, incluso, necesito. No me refiero a
esa voluntad filosófica que es la que empuja el conocimiento, el
saber, la experiencia, o cualquier ente parecido. Esa es otra
voluntad filosófica que aún no he comprendido bien. Quizás escriba
algún día sobre ella.
Retomando el hilo, mi ira
contenida es indignación en el peor de los casos personales.
Participé del movimiento 15 M , el movimiento de los indignados, y,
para aclarar dudas, Podemos no es el 15M aunque haya utilizado el
movimiento, o canalizado ese malestar para su beneficio. El 15M no
tenía líderes, ni jerarquía, ni ansias de poder...pero eso se
convirtió en patraña cuando se incorporó al sistema de partidos
con la excusa de cambiar las cosas desde dentro. Esa mutación
populista me molestó bastante, aunque se veía venir.
Mi indignación, cuando
surge, procuro que dure poco, menos de un minuto, pues me estresa una
barbaridad y me sienta mal. Cuando me indigno ante las injusticias,
es para no ser una presa fácil de los psicópatas, pero no puedo
estar permanentemente indignado. Implicaría pérdida de control y vería la ira muy cerca.. La
indignación debe ser utilizada, pero limitada en el tiempo. Es
trabajo de acróbata. Es advertencia muy útil ante el abuso de
poder. ¡Ojo! Tiene que darse el abuso de poder, y ese abuso no se da
si los cuerpos de policía , por ejemplo, son capaces de reflexionar
sobre quienes son sus jefes de verdad, sobre cual es su propósito
¡Cuidado! Señores Policías: ¡Es necesario que penséis en los
intereses que estáis defendiendo! ¡Que no sois pretorianos del
presente! ¡Ojo! Tenéis que controlar al controlador. No dejéis que
se pase. ¡Tenéis que defender al débil, entiéndase al pueblo
soberano!
A Jacarandá siempre le
disgustó, y mucho, el indignado que hay en mí, porqué ya lo había
conocido en otros momentos y lugares, en otras personas. Ella lo
relaciona con cierto hábito personal y , más allá de su razón o
no, he aprendido a no dejar que surja ante ella pero, querida
Jacarandá, sigue ahí para, simplemente, gritar injusticias propias
y ajenas. Interiores y exteriores. Frustraciones en tapas y en
postres. No puedo ser un manso cordero ante un mundo injusto, aunque
la injusticia pueda estar fuera y dentro. Cuando la injusticia está
fuera hay que ser acróbata de la indignación para , siendo
incómodo, no caer en la ira o, como decía el nórdico, no pasar el
límite de la ira de los pacíficos. Hay que hacer como hizo Cristo
cuando vio lo que los mercaderes habían hecho en un templo. Se
indignó con razón. No dejemos que los mercaderes gobiernen el
mundo. Ellos no son más , ni tienen derecho a ser más que otros
homínidos.
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