Todo
comenzó una noche de madrugada desde un sueño perturbador. Me
encontraba con mis hermanos y padre dentro de una gran bolsa de
plástico, o cosa parecida. Era algo así como una bolsa de
hipermercado gigante que ocupábamos los cuatro y un poco de agua,
que cubría nuestros tobillos.
Aparte
de preguntarnos qué hacíamos ahí, charlábamos sobre la forma de
salir de ese lugar tan extraño. Como siempre, o como casi siempre,
había diálogo con ciertas reticencias, pero había diálogo e
intercambiábamos ideas sobre cómo salir de tan extraño habitáculo.
El mediano, en su guasa, comentó que habíamos vuelto al útero
materno todos a la vez, pero qué útero era ese que contenía a
nuestro padre. Algo no cuadraba. Evidentemente, la guasa aparecía
levemente y alimentaba carcajadas e ideas. Eso era bueno.
Desde
una idea del pequeño, comenzamos a inspeccionar la superficie de
nuestro extraño contenedor buscando una apertura o salida. Unos
buscábamos arriba, si eso era arriba, y otros buscábamos abajo,
evidentemente, si eso era abajo. Sin esperarlo, cosa típica en la
vida y más aún en un entorno extraño, pisé una especie de agujero
que fue tirando de mí. Mientras era absorbido por ese elemento
heterogéneo, mis hermanos me gritaron:
-
Hermano. Seguramente vas al exterior. ¡Muéstranos la salida! El
nivel de agua está subiendo rápido. Parece que vas a salir.
-
Valeeee. -pude decir antes de ser escupido en medio de una habitación
desconocida que tenía una gran bolsa en su centro del tamaño de una
lavadora.
Parecía
que había algo en el interior del saco, y que estaba encogiendo por momentos.
- # La
bolsa se va. #-pensé.
Tras
observarla varios minutos entendí que el tamaño bajaba cada vez que
se producía un pequeño agujero negro, que comenzaba como la cabeza
de un alfiler y terminaba como un melón. Antes de desaparecer el
punto creciente , que había sido alfiler y fruta generosa ,melón,
bajaba el tamaño del saco que, literalmente, cada vez se parecía
más a una bolsa gris de un hipermercado cualquiera. Ese tipo de bolsas por las que
te cobran cinco céntimos de euro, aunque en este caso carecía de publicidad.
Entendía,
por evidencia antes que por inteligencia, que eran puntos de entrada
y salida. Busqué la linterna que tengo siempre en mi mochila, que
por fortuna tenía las pilas en condiciones, e iluminé con ella un
nuevo punto creciente. Al momento apareció mi padre empapado hasta la garganta. Con el
siguiente punto surgió mi hermano el pequeño. Y con el contiguo surgió el mediano completamente empapado. Momento justo en que
la bolsa desapareció por completo. Todos estábamos a salvo. Todos
habían visto y buscado la luz.
Lo
curioso , incluso acojonante de este sueño que tuve, es que
compartiéndolo con mi familia en un almuerzo, todos habíamos tenido
el mismo sueño aquella misma noche. Todos nos acordábamos muy bien
de él. Desde entonces tengo un extraño nudo en el estómago. ¿Será
la bolsa de plástico?
jajajaja, te echaba de menos!
ResponderEliminar:) Mucha suerte en tu proyecto editorial.
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