Es curioso
como uno es consciente con los años de sus rencores. Evidentemente
hablo por mí, por el pobre Carenado.
Reconozco que no he olvidado trastadas que me hicieron otros, ni
trastadas que otros hicieron a amigos o compañeros de clase.
Entiendo que no he perdonado ni olvidado aún muchos asuntos pasados.
Recuerdo collejas, y discusiones por estupideces premeditadas en mi
adolescencia y juventud. Rememoro diferencias con algunos ex-amigos
que no tengo ganas de ver, aunque no les desée mal alguno, más bien prosperidad y que se olviden de mí, por favor. Pienso que
en ningún caso he conocido el odio, ni deseo entrar en ese
sentimiento en el futuro. Tiene que ser una
pesadilla eso del odio. Un odio que, probablemente, viene después
del rencor.
Me miro dentro y ,
sinceramente, no soy ningún santo. Tampoco aspiro a serlo pero sí
me gustaría ser mejor persona aún. Siquiera tener conciencia de
ello, antes que dejarme llevar por opiniones ajenas que no tienen por
qué ser necesariamente reales o fidedignas. Pero esto puede desviarme del
análisis de mis sentimientos repetidos de rencor.
¿Por qué guardo
rencores?
Básicamente, en
franqueza, porqué alguien hacía algo que
yo no habría hecho en ese momento de mi vida. No me decía nada dar
collejas a los compañeros. No me decía nada llenar a alguien de
espuma de afeitar para divertirme, tal cual hacían
otros en las excursiones. Era un sinsentido, pero ocurría.
Era incapaz de comprender tanta estupidez.
Cuando empecé a
trabajar, no me decía nada que todos los compañeros se diesen
golpes en el pecho diciendo y diciendo que: eran los mejores
vendedores, eras los mejores recolectores de fruta, eran los
mejores... en general. No me gustó que después de discutir con un
jefe, que me debía tres nóminas, me largasen y se quedase un amigo
al que había defendido desde el principio. Me dolió.
En definitiva, analizando
los rencores que me poseen, tengo claro que la clave está en esperar
algo que no llega. Esperaba que los compañeros de instituto se
respetasen entre sí, pero estaban inmaduros. Esperaba que mis
compañeros de ventas se respetasen entre sí, pero solo competían y
servia casi cualquier cosa para justificar mejores ventas, incluido
el vampirismo comercial (quedarse con los clientes que ha trabajado
otro, o le ha asignado un jefe superior
permisivo que tolera el hurto de clientes).
Esperaba que mi examigo
apoyase mi enfrentamiento con mi jefe, pero lo tomó como una asunto
externo y personal entre nosotros dos. Pensándolo en frío, no sé
lo que habría hecho si hubiese sido al revés. La verdad es que
guardo rencor por todo eso, y eso no me beneficia
en absoluto. Puede parecer, aunque quizás no lo sea, que el problema
surge de esperar actos de otros que, por la razón externa que sea,
no surgen o no llegan. En definitiva, con
franqueza, me complico mucho esta vida y, a mi pesar, vosotros
también.
Tened cuidado con vuestros rencores.
Son garantía de infelicidad y dolor. Sufridores.
!Tenemos que aprender a vivir con nuestros demonios!. Pero no sufras por el pasado i disfruta de un presente feliz.
ResponderEliminarGracias. No siempre es fácil vivir con ellos. He intentado perdonar. He intentado olvidar. Pero no lo he conseguido.
EliminarUn saludo.