Petrus consideraba que el camino de la
vida era una trompa de elefante untada de heces. No sabía como había
llegado a esa conclusión, pero era su frase favorita. Era su frase
pesada, o constante, y la usaba para todo. Se parecía , en cierta
forma, a la eterna búsqueda de la llave diez-once en un taller:
siempre se pierde , siempre se necesita, y siempre se está buscando.
Pensaba que cuando iba de
chapuza en chapuza con su maletín amarillo lleno de picaduras de
uso, era capaz de captar los pensamientos de la gente. Sabía,
intuía, que había mucho sufrimiento mental. Era consciente de esos
entes que los psicólogos llaman: disonancias cognitivas. Las
disonancias dominaban las mentes, casi
todas las mentes. Cuando caminaba entre los
otros solo percibía: celo, envidia, rabia, ansia, dolor, cansancio,
engaño, mentiras,estafa, cuernos quemados, cuernos finos, cuernos
elegantes, ruidos de fornicación, ruidos de cópula, agujetas,
pesadez, depresión, sufrimiento, y enfermedad. Sentía enfermedades en disonancia.Notaba, sencillamente, que el
romanticismo había muerto. Sabia que solo existía
el mercado de las heces, que todo tenía un precio absurdo. Sabía que si
algo no estaba en el mercado...Ese algo no existía.
Las heces mentales, en sus formas
marrones, dominaban gran parte de los
pensamientos humanos. Nadie confiaba en nadie. Nadie sabía si lo que
sucedía era real, o era un montaje. Nadie entendía
por qué la democracia era una pamplina, una mentira.
¿Para qué servía la democracia
en la dictadura de un mercado global, y de unos mercados financieros?
Captaba que la democracia era una mentira
diseñada para contentar a las masas con una aparente sensación de
libertad. Petrus notaba todas la manipulaciones habidas y por haber dentro de un sistema obsesionado por conservarse. Sabía que el romanticismo había
muerto. Si pensar no daba dinero o prestigio, era una perdida de
tiempo. Si desear no daba dinero, prestigio, o placer,
era otra perdida de tiempo. Muchas personas, con tanta manipulación
de mercado y mercados, estaban perdidas, se
sentían fracasadas por qué no habían alcanzado esos objetivos que siempre estaban en
movimiento, que siempre estaban en el mar del deseo diseñado entre los cambios.
Un día, Petrus, estaba cansado de
tanto sufrimiento propio y ajeno. Decidió
tomar el camino fácil. Se dirigió a la vía del tren más próxima
y su maletín amarillo paso a ser rojo.
Petrus dejó de sufrir por el camino equivocado, que tantas veces ha
sido tomado en el tiempo de los hombres. Tiempos de depresión.
Tiempos de demonios. Demonios interiores bañados en
sufrimiento de sangre tapada. Petrus el suicida dejó de sufrir, y el
mundo siguió siendo una gran mierda bañada en la estupidez egoísta
del domino. Su cuestión era: ¿Dominios, o Demonios? Evidentemente Petrus, no encontró la respuesta. La respuesta no existe.
No descarto que el Gobierno cambie el Teléfono de la Esperanza por el Teléfono de la Angustia y te nombre director.
ResponderEliminarjajajaj Es cierto lo de la Angustia. Solo sucede que actualmente he cambiado un poco mi discurso. Grito lo mismo de siempre de forma diferente. Ahora grito con historias breves llenas de angustia, dolor y estupidez.
EliminarUn abrazo.
Otro para ti. Pronto te dedicaré otro fotomontaje.
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