Mario solo sabía jugar en la
calle. Tenia problemas de atención y con sus diez años aún no
sabía leer, aunque vivía en un barrio de clase media , antes de la
desaparición de esta clase social-evidentemente-. Le habían
diagnosticado problemas de atención y cierta inmadurez pero, a fin
de cuentas, era un niño analfabeto del siglo XXI. Punto.
A un vecino suyo, de nombre
Constantino, le resultaba difícil comprender como, por la razón que
fuera o fuese, seguía habiendo analfabetismo infantil en España.
Sus padres eran ese tipo de progenitores protectores y con
deficiencia de euros, Osea, sus padres eran nuevos pobres, esos que
han aumentado mucho recientemente. Poco había cambiado en el fondo social de los últimos cien años, aunque Mario no sabía de su condición
de exclusión potencial y futura. Era un niño agudo, inocente,
preguntón, e hiperactivo. Demostraba inteligencia y falta de
atención por qué no sabía lo que eran dos minutos de silencio o
reflexión. Solo conocía estas palabras cuando estaba durmiendo,
sobre todo la palabra: silencio.
El infante analfabeto,
sevillano, español de nacimiento, y niño en operaciones
concretas, solo quería conocer los objetos y sus relaciones. Quería
conocer a sus coetáneos y a todo aquel escuchador interactivo.
Jugaba con niños de su edad a ese tipo de juegos donde se está
más tiempo discutiendo normas que jugando. Un día, como casi
siempre, iba con su bicicleta por su barrio. El sol se había ido.
Llevaba detrás a su amiga María. Como inexperto vital se
consideraba inmune a los daños, algo así como un superniño
-demasiadas películas inadecuadas-, y María era igual de inexperta
y fantasiosa. Diez años de experiencia son cortos en experiencia
suficiente. María no era analfabeta pero no gustaba de las clases, o
del conocimiento. No le gustaba aprender cosas con letras o números.
Prefería darle órdenes a un Mario que siempre obedecía. Jugaban en
los parques e iban dando vueltas en bicicleta por aceras, bordillos
y carreteras. Un día, yendo los dos juntos en la misma bici , con
María subida al trasportín y dirigiendo, dijo María con acento
andaluz:
- A la derecha.
Y a la derecha fue Mario con
María sin mirar. Y fueron arrastrados sin piedad por la chapa y las
ruedas de un cuatro por cuatro lanzado. Dieciséis. Fueron arrastrados y lanzados
hacia unos matorrales que pararon la trayectoria de los niños con
cierta lentitud arañada. Actualmente los pequeños están en observación , y todo parece indicar poca importancia o levedad.
¿Habrán intervenido los
Dioses para evitar el certificado de defunción de los niños?
¿Habrán sido los ángeles
de la guarda?
Mario y María son niños
creativos del presente que solo quieren explorar su entorno.
¿Descubrirán alguna vez la
importancia del conocimiento y del pensamiento crítico?
¿Serán víctimas de sus
pasiones y errores?
En cierta forma:
¿Para qué sirve el tiempo de
las personas y las cosas?
¿Por qué reina la estupidez
de una dictadura encubierta?
Lo dejo por hoy, antes de más deriva mental.
Atentamente, un esclavo
globalizado y burbuja.
"Atentamente, un esclavo globalizado y burbuja."
ResponderEliminarLo de burbuja tiene solución: no te comas 30 tostadas en el desayuno
"-demasiadas películas inadecuadas-"
ResponderEliminarComentario del urólogo de Carenado tras curarle las quemaduras por fricción de su cebolleta.