Creo que corría el año 1354. El señor
Pantuflas Descubierto se había enamorado perdidamente de una
vecina. La quería con locura, visitaba su ventana todos los días,
todas las tardes, todas la noches, y cada vez que podía entre esos
momentos....Él estaba obsesionado, enamorado, y al
revés. Él olía su presencia en la distancia. La olía desde su
chata nariz. Y mientras olía, sufría. Todo iba unido en el conjunto
de su vida.
Como Descubierto entre descubiertos,
nombre de su distinguida saga familiar, no podía ocultar nada. Era
transparente, y sería transparente por el siempre de su
espacio-tiempo.
O sea: Por siempre y jamás (metáfora más
conocida).
Su transparencia era la fuerza de su
familia y, paralelamente, la debilidad perturbadora de todos sus
miembros. Era consciente de su sino y de su corazón perturbado.
Estaba enamorado de ella, de sus formas, del vuelo de su pelo, de su
caminar, de su dolor, hasta del olor de sus sobacos.La vecina vivía en el barrio desde
siempre, y él sabía desde siempre que era una mujer libertina, una
mosquita, una buena prostituta. Pese a eso, pese a ello, la quería y la ayudaba todo lo que podía. Estaba enamorado de ella y no se sentía
como un paga-vinos.
El señor Pantuflas Descubierto era un enamorado
perpetuo y solo quería aquello que amaba, fuese lo que fuese. Solo
amaba aquello que quería, fuese lo que fuese. En este caso amaba a
su mosquita y vecina. Amaba sin celo a su querida prostituta. No
sentía dolor. Solo necesitaba estar muy cerca de ella. Pantuflas
Descubierto era un buen hombre, además de uno más. No le importaba eso.
Señor Pantuflas, si vuesa merced vuelve a tocar la zambomba debajo de la ventana de mi hija, le meto una alabarda por el desagüe.
ResponderEliminar"Solo amaba aquello que quería"
ResponderEliminarTe cabe Falete